Una mujer sale de su mansión multimillonaria en Beverly Hills cuando un hombre pobre se acerca a ella y le grita: "¡Oh señora, no he comido en tres días!."

A lo que la mujer responde: "Estoy muy envidiosa de usted, ¡Cómo me gustaría tener su fuerza de voluntad!."

 

Otra anécdota:

David Goldberg, un médico experimentado, se vuelve hacia Harry Rabinowitz, el hombre que estaba sentado junto a él en la sinagoga, y le dice: "Harry, eres un abogado inteligente, necesito tu ayuda."

El médico comienza su lamento. "Cada Shabat", dice, "durante todo el tiempo del servicio, la gente se me acerca a buscar consejo médico. Éste tiene dolores de estómago, el otro su esposa se despertó con un dolor de cabeza, y a la suegra del tercero le duele la espalda.  Estoy harto y cansado de esto. Shabat es mi único día de descanso. "

"Escúchame", dice Harry. "Al próximo que se le acerque, dales el asesoramiento que necesite, pero asegúrate de enviarle una factura por su consulta médica la semana siguiente. Te lo garantizo", dice Harry ", que en muy poco tiempo tendrás paz y tranquilidad en la sinagoga. "

"¡Gran idea!" exclama el doctor, y regresa a su casa muy alegre.

El Martes, mientras David abre el correo, se encuentra con una factura de su amigo Harry Rabinowitz.

 

 

Menú de Abraham

 

La Torá relata el orden meticuloso de la comida que Abraham ofreció a sus invitados, detallado en los primeros versículos de la porción de la Torá de esta semana, Vayeira . [1]

En primer lugar les dio queso y leche, y sólo después les sirvió carne de ternera, como es correcto de acuerdo al Kashrut, las leyes dietéticas judías; que los productos cárneos se pueden comer después de consumir productos lácteos, pero no al revés.

Y, además, se desprende de los comentaristas bíblicos el motivo por el cual Abraham prefirió servir a sus clientes particularmente estos productos - leche, queso y carne -, al comienzo de la comida. La elección de la carne es clara, ya que deseaba servir a sus visitantes una buena comida. Pero ¿Por qué, de entre muchos posibles aperitivos,  Abraham decidió darles leche y queso antes de la carne? [2]

Aunque Abraham estaba obligado por alguna razón servirles leche a sus invitados, ¿Por qué la Torá comparte este detalle aparentemente insignificante con nosotros?.

 

 

La mística de la Enfermería

 

La regla de oro en nuestro mundo es, que el compartir algo con otra persona constituye una pérdida para el dador. Si usted tiene algo, y lo entrega, lo pierde. Si usted hace un cheque para caridad, su cuenta corriente se reduce.

Una excepción a esta regla es la leche de una madre que alimenta a su niño de pecho. Mientras una madre continúa compartiendo su líquido nutritivo con el niño, sus glándulas mamarias se ocupan constantemente de seguir proporcionando la leche. Por otra parte, la cantidad de la leche suele depender de ella: Cuanto más da de amamantar, mayor es el flujo de leche que su cuerpo produce. Cuando se deja de amamantar, su producción interna de leche cesa.

Esta es una de las razones más profundas de por qué D-os creó la naturaleza de manera que los niños se alimentan de la leche. A través de este proceso natural de nutrición infantil, la Kabalá enseña, una madre tiene la oportunidad de arraigar en la conciencia sensible de su hijo la verdad acerca de compartir: cuanto más se da, más se recibe. "Al igual que la leche que tomas ahora, mi querido hijo, así es con todo, cuanto más compartimos, más recibimos."

 

 

El don del amor

 

Muy a menudo, los invitados, -sobre todo si son extranjeros- se sienten incómodos al estar en la casa de otra persona y comer comida de otra persona.

Abraham, hipersensible a los sentimientos de sus invitados, les ofreció productos lácteos al comienzo de la comida, lo que refleja el enfoque judío de dar. Dar es como la leche: más se da, más se recibe. El mayor regalo que podemos dar es una vida llena de amor y cariño hacia los demás seres humanos. Más de lo que el anfitrión hace por su invitado, el huésped hace por el anfitrión.

Esto es así también en nuestros matrimonios: cuando el esposo y la esposa se proponen dar a su cónyuge, ellos mismos se sorprenden de lo mucho que reciben por el simple hecho de dar al otro. El amor que regalamos es el único amor que guardamos.

O, como Winston Churchill lo dijo: "Nos ganamos la vida con lo que recibimos, pero hacemos una vida con lo que damos".

 

Hay una hermosa historia sobre el gran Victoriano anglo-Judio,  Moisés Montefiore. Montefiore fue una de las figuras más destacadas del siglo XIX. Fue un amigo cercano de la reina Victoria y nombrado bajo el título honorífico de caballero por ella. Se convirtió en el primer judío en alcanzar un alto cargo en la ciudad de Londres. Su filantropía fue extendid tanto a  Judios como a no Judios por igual, y en su centésimo cumpleaños, "The Times" de Londres dedicó columnas del periódico detallando su gran personalidad. "El había demostrado", dijo el Times, "que el Judaísmo ferviente y el patriotismo son absolutamente coherentes entre sí."

Una reflexión que fue particularmente conmovedora: Una vez alguien le preguntó: "Señor Moisés, ¿Cuánto vales?" Moisés pensó por un momento y mencionó una cifra. "Pero sin duda", dijo su interlocutor, "su riqueza debe ser mucho más que eso." Con una sonrisa, Sir Moisés respondió: "Usted no me preguntó cuánto tengo. Usted me preguntó cuánto valgo. Así que calcule cuánto he dado de caridad este año".

"Ves," dijo, "Valemos lo que estamos dispuestos a compartir con los demás". [3]

 

 

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Traducido por el Rabino Moty Segal

 

 

[1] Génesis 18:8.

[2] Esta cuestión se plantea en Divrei Binah de Parashat Vayiera. Se basa en el axioma de la tradición judía que, en general, los actos realizados por nuestros Patriarcas y por tzadikim no son aleatorios, sino que contienen un profundo significado e importancia. Esto es cierto en particular a los hechos registrados en la Torá, el modelo Divino para la vida. Todos los detalles registrados en la Torá contienen una lección eterna para todos nosotros (véase vol Zohar. 3 p. 52b).

[3] Con base en Divrei Binah ibid. y las fuentes allí citadas.