Rabbi YY Jacobson
16 viewsCuatro Mitzvot (Preceptos) y un pescado
En un pueblito en Europa Oriental, cierta vez, se acercó un mendigo a la casa de un hombre muy adinerado pero a la vez, bastante avaro. "Señor, no he probado bocado alguno hace dos días", dijo, "¿Podría darme un poco de comida?"
"Mi casa no está hecha para gente como tú", replicó el avaro, "¿Por qué no vas a la sinagoga? ¡Allí seguro te alimentarán!"
Pero el pobre hombre siguió rogando. "Por favor, le pido, no tengo más fuerzas. Si no como algo ahora, moriré. Le suplico me de algo de comida, lo que sea".
El hombre rico, recogió de la basura, un pedazo de pescado podrido y oloroso, y se lo dio al mendigo, quien lo consumió en pocos segundos. El pobre hombre le agradeció a su anfitrión, y salió de la casa, para colapsar segundos más tarde en plena calle. En seguida lo llevaron al hospital de la zona.
Aquella noche, al volver a su casa de la sinagoga, el hombre rico le informó a su mujer que tenía que irse, y que volvería tarde. "El hombre pobre que comió en nuestra casa, de pronto se sintió mal, y tuvo que ser llevado al hospital. Debo ir a visitarlo, y complir con la gran Mitzvá (precepto) de visitar al enfermo".
A la mañana siguiente, luego de volver a su casa de la sinagoga, el hombre le dijo a su esposa: "Hoy tengo un día muy ocupado. En la sinagoga se anunció que aquel pobre mendigo falleció temprano esta mañana y que el funeral se llevará a cabo a las dos de la tarde. Debo acudir a este funeral, y realizar la importante Mitzvá de escoltar al muerto"
Aquella tarde, luego de volver a su casa de la sinagoga, el hombre rico le informó a su mujer, una vez más, que también llegaría tarde esa noche. "En el funeral se anunció que el pobre mendigo tenía un hijo. Debo ir a visitarlo en su Shivá (duelo por una persona fallecida) y así cumplir con la Mitzvá de consolar a una persona que está de duelo".
Cuando el hombre rico volvió a su casa luego de haber visitado al hijo del mendigo, su rostro estaba reluciente de alegría.
"¿De qué estás tan contento?", le preguntó su esposa. "¿Qué es lo que te alegra tanto luego de haber ido a visitar a un huérfano en su semana de duelo?"
A lo que el avaro le respondió: "¿Cómo no puedo alegrarme cuando pienso que tuve la oportunidad de cumplir tantas Mitzvot importantes gracias a un pedazo de pescado podrido?. Piénsalo. Con un pedazo de pescado, pude realizar cuatro de las más extraordinarias Mitzvot que hay: Recibir al pobre, visitar al enfermo, escoltar al muerto y consolar al que está de duelo. ¡Qué contento estoy!"
Un paseo Egoísta
Este episodio nos muestra, por supuesto, el perfil de un hombre que se considera muy devoto y religioso, pero que no es ni una cosa ni la otra; un hombre que técnicamente sigue las leyes, pero está absolutamente separado de la verdad de Di-s y de la propia definición de "santidad"; una persona cuya religión es su egocentrismo, más que un desafío para trascender lo superficial, basado en los aspectos depravados de la personalidad humana y en alcanzar lo Divino dentro de uno y también, dentro del otro.
Es contra este tipo de "religioso" que la Torá nos advierte al principio de esta porción semanal de la Torá; "Kedoshim".
"Habla con toda la Asamblea de los Hijos de Israel", le dice Di-s a Moisés "y diles: ´Santifíquense, porque Yo, Su Di-s, Soy sagrado´".
¿Cuál es el significado del mandamiento "Santifíquense"? ¿Qué significa ser santo? ¿Cómo uno puede llegar a alcanzar la santidad?
Uno de los más grandes comentaristas de la Torá del siglo XIII en España, Rabí Moisés ben Najmán, conocido como el Najmánides, o Ramban, mantiene que ser santo no es el hecho de cumplir ningún mandamiento en particular. Sino que, más bien, es una instrucción dirigida a la esencia misma del judío, a su estilo de vida, y a la percepción de su ser.
En las palabras del Najmánides:
"El significado de "Santifíquense" es, que siendo que la Torá nos adivirtió anteriormente sobre las relaciones prohibidas y sobre las comidas prohibidas, mientras que permite la intimidad en la pareja y comer carne y vino, por más que pueda venir una persona y revolcarse en la fornicación con su mujer, y abusar del consumo de la carne y del vino, siendo que no hay una prohibición explícita sobre esto en la Torá. Puede ser un degenerado con los permisos de la Torá, por ello, luego de enumerar todas las cosas que están por completo prohibidas, la Torá declara: "Santifíquense". O sea, "Santifíquense con lo que está permitido".
"Puede ser un degenerado con los permisos de la Torá". ¡Qué manera de hablar, para un sabio del Siglo XIII que se ocupaba constantemente en defender a su hermandad española de los Cristianos antisemitas!. Najmánides está hablando duramente contra el egocentrismo y la presunción religiosa, contra la vulgaridad sancionada por la Torá. Él enfoca este versículo como si fuera una protesta Divina contra aquél individuo que realiza y cumple todas las leyes y rituales, pero sigue siendo una persona vulgar y tosca. Puede ser un estudioso de la Torá, pero la Torá no le ha enseñado nada. Su bestialidad interna y su egoísmo nunca han sido refinados; su crudeza nunca ha sido desafiada.
"Santifíquense", es un llamado eterno al desafío del status quo de nuestra naturaleza, un recordatorio que la religión tiene poco que ver con Di-s, y un llamado que servir a Di-s no es simplemente un pasaje al paraíso. Es una batalla diaria para la trascendencia.
Todos nosotros, sin importar nuestro nivel externo de religiosidad, encontramos mucho más fácil involucrarnos en nuestra propia imágen para mantenernos frente a otros como "buenas personas", y dejamos de lado nuestros instintos egoístas. "La gente religiosa", no son los únicos que a veces no se dan cuenta de esto, todos nosotros corremos el riesgo de quedarnos atascados en nuestra "zona de comodidad", o somos muy vagos para enfrentar preguntas difíciles. Aún así, para aquellos de nosotros que nos llamamos "religiosos", el pedido de "Santifíquense", nos recuerda que Di-s siempre debe ser el sinónimo de la verdad, de la integridad y del refinamiento interior. La vulgaridad es un pecado en sí mismo.
(Traducido por Rabino Moty y Jana Segal)
Cuatro Mitzvot (Preceptos) y un pescado
En un pueblito en Europa Oriental, cierta vez, se acercó un mendigo a la casa de un hombre muy adinerado pero a la vez, bastante avaro. "Señor, no he probado bocado alguno hace dos días", dijo, "¿Podría darme un poco de comida?"
"Mi casa no está hecha para gente como tú", replicó el avaro, "¿Por qué no vas a la sinagoga? ¡Allí seguro te alimentarán!"
Pero el pobre hombre siguió rogando. "Por favor, le pido, no tengo más fuerzas. Si no como algo ahora, moriré. Le suplico me de algo de comida, lo que sea".
El hombre rico, recogió de la basura, un pedazo de pescado podrido y oloroso, y se lo dio al mendigo, quien lo consumió en pocos segundos. El pobre hombre le agradeció a su anfitrión, y salió de la casa, para colapsar segundos más tarde en plena calle. En seguida lo llevaron al hospital de la zona.
Aquella noche, al volver a su casa de la sinagoga, el hombre rico le informó a su mujer que tenía que irse, y que volvería tarde. "El hombre pobre que comió en nuestra casa, de pronto se sintió mal, y tuvo que ser llevado al hospital. Debo ir a visitarlo, y complir con la gran Mitzvá (precepto) de visitar al enfermo".
A la mañana siguiente, luego de volver a su casa de la sinagoga, el hombre le dijo a su esposa: "Hoy tengo un día muy ocupado. En la sinagoga se anunció que aquel pobre mendigo falleció temprano esta mañana y que el funeral se llevará a cabo a las dos de la tarde. Debo acudir a este funeral, y realizar la importante Mitzvá de escoltar al muerto"
Aquella tarde, luego de volver a su casa de la sinagoga, el hombre rico le informó a su mujer, una vez más, que también llegaría tarde esa noche. "En el funeral se anunció que el pobre mendigo tenía un hijo. Debo ir a visitarlo en su Shivá (duelo por una persona fallecida) y así cumplir con la Mitzvá de consolar a una persona que está de duelo".
Cuando el hombre rico volvió a su casa luego de haber visitado al hijo del mendigo, su rostro estaba reluciente de alegría.
"¿De qué estás tan contento?", le preguntó su esposa. "¿Qué es lo que te alegra tanto luego de haber ido a visitar a un huérfano en su semana de duelo?"
A lo que el avaro le respondió: "¿Cómo no puedo alegrarme cuando pienso que tuve la oportunidad de cumplir tantas Mitzvot importantes gracias a un pedazo de pescado podrido?. Piénsalo. Con un pedazo de pescado, pude realizar cuatro de las más extraordinarias Mitzvot que hay: Recibir al pobre, visitar al enfermo, escoltar al muerto y consolar al que está de duelo. ¡Qué contento estoy!"
Un paseo Egoísta
Este episodio nos muestra, por supuesto, el perfil de un hombre que se considera muy devoto y religioso, pero que no es ni una cosa ni la otra; un hombre que técnicamente sigue las leyes, pero está absolutamente separado de la verdad de Di-s y de la propia definición de "santidad"; una persona cuya religión es su egocentrismo, más que un desafío para trascender lo superficial, basado en los aspectos depravados de la personalidad humana y en alcanzar lo Divino dentro de uno y también, dentro del otro.
Es contra este tipo de "religioso" que la Torá nos advierte al principio de esta porción semanal de la Torá; "Kedoshim".
"Habla con toda la Asamblea de los Hijos de Israel", le dice Di-s a Moisés "y diles: ´Santifíquense, porque Yo, Su Di-s, Soy sagrado´".
¿Cuál es el significado del mandamiento "Santifíquense"? ¿Qué significa ser santo? ¿Cómo uno puede llegar a alcanzar la santidad?
Uno de los más grandes comentaristas de la Torá del siglo XIII en España, Rabí Moisés ben Najmán, conocido como el Najmánides, o Ramban, mantiene que ser santo no es el hecho de cumplir ningún mandamiento en particular. Sino que, más bien, es una instrucción dirigida a la esencia misma del judío, a su estilo de vida, y a la percepción de su ser.
En las palabras del Najmánides:
"El significado de "Santifíquense" es, que siendo que la Torá nos adivirtió anteriormente sobre las relaciones prohibidas y sobre las comidas prohibidas, mientras que permite la intimidad en la pareja y comer carne y vino, por más que pueda venir una persona y revolcarse en la fornicación con su mujer, y abusar del consumo de la carne y del vino, siendo que no hay una prohibición explícita sobre esto en la Torá. Puede ser un degenerado con los permisos de la Torá, por ello, luego de enumerar todas las cosas que están por completo prohibidas, la Torá declara: "Santifíquense". O sea, "Santifíquense con lo que está permitido".
"Puede ser un degenerado con los permisos de la Torá". ¡Qué manera de hablar, para un sabio del Siglo XIII que se ocupaba constantemente en defender a su hermandad española de los Cristianos antisemitas!. Najmánides está hablando duramente contra el egocentrismo y la presunción religiosa, contra la vulgaridad sancionada por la Torá. Él enfoca este versículo como si fuera una protesta Divina contra aquél individuo que realiza y cumple todas las leyes y rituales, pero sigue siendo una persona vulgar y tosca. Puede ser un estudioso de la Torá, pero la Torá no le ha enseñado nada. Su bestialidad interna y su egoísmo nunca han sido refinados; su crudeza nunca ha sido desafiada.
"Santifíquense", es un llamado eterno al desafío del status quo de nuestra naturaleza, un recordatorio que la religión tiene poco que ver con Di-s, y un llamado que servir a Di-s no es simplemente un pasaje al paraíso. Es una batalla diaria para la trascendencia.
Todos nosotros, sin importar nuestro nivel externo de religiosidad, encontramos mucho más fácil involucrarnos en nuestra propia imágen para mantenernos frente a otros como "buenas personas", y dejamos de lado nuestros instintos egoístas. "La gente religiosa", no son los únicos que a veces no se dan cuenta de esto, todos nosotros corremos el riesgo de quedarnos atascados en nuestra "zona de comodidad", o somos muy vagos para enfrentar preguntas difíciles. Aún así, para aquellos de nosotros que nos llamamos "religiosos", el pedido de "Santifíquense", nos recuerda que Di-s siempre debe ser el sinónimo de la verdad, de la integridad y del refinamiento interior. La vulgaridad es un pecado en sí mismo.
(Traducido por Rabino Moty y Jana Segal)
Cuatro Mitzvot (Preceptos) y un pescado
En un pueblito en Europa Oriental, cierta vez, se acercó un mendigo a la casa de un hombre muy adinerado pero a la vez, bastante avaro. "Señor, no he probado bocado alguno hace dos días", dijo, "¿Podría darme un poco de comida?"
"Mi casa no está hecha para gente como tú", replicó el avaro, "¿Por qué no vas a la sinagoga? ¡Allí seguro te alimentarán!"
Pero el pobre hombre siguió rogando. "Por favor, le pido, no tengo más fuerzas. Si no como algo ahora, moriré. Le suplico me de algo de comida, lo que sea".
El hombre rico, recogió de la basura, un pedazo de pescado podrido y oloroso, y se lo dio al mendigo, quien lo consumió en pocos segundos. El pobre hombre le agradeció a su anfitrión, y salió de la casa, para colapsar segundos más tarde en plena calle. En seguida lo llevaron al hospital de la zona.
Aquella noche, al volver a su casa de la sinagoga, el hombre rico le informó a su mujer que tenía que irse, y que volvería tarde. "El hombre pobre que comió en nuestra casa, de pronto se sintió mal, y tuvo que ser llevado al hospital. Debo ir a visitarlo, y complir con la gran Mitzvá (precepto) de visitar al enfermo".
A la mañana siguiente, luego de volver a su casa de la sinagoga, el hombre le dijo a su esposa: "Hoy tengo un día muy ocupado. En la sinagoga se anunció que aquel pobre mendigo falleció temprano esta mañana y que el funeral se llevará a cabo a las dos de la tarde. Debo acudir a este funeral, y realizar la importante Mitzvá de escoltar al muerto"
Aquella tarde, luego de volver a su casa de la sinagoga, el hombre rico le informó a su mujer, una vez más, que también llegaría tarde esa noche. "En el funeral se anunció que el pobre mendigo tenía un hijo. Debo ir a visitarlo en su Shivá (duelo por una persona fallecida) y así cumplir con la Mitzvá de consolar a una persona que está de duelo".
Cuando el hombre rico volvió a su casa luego de haber visitado al hijo del mendigo, su rostro estaba reluciente de alegría.
"¿De qué estás tan contento?", le preguntó su esposa. "¿Qué es lo que te alegra tanto luego de haber ido a visitar a un huérfano en su semana de duelo?"
A lo que el avaro le respondió: "¿Cómo no puedo alegrarme cuando pienso que tuve la oportunidad de cumplir tantas Mitzvot importantes gracias a un pedazo de pescado podrido?. Piénsalo. Con un pedazo de pescado, pude realizar cuatro de las más extraordinarias Mitzvot que hay: Recibir al pobre, visitar al enfermo, escoltar al muerto y consolar al que está de duelo. ¡Qué contento estoy!"
Un paseo Egoísta
Este episodio nos muestra, por supuesto, el perfil de un hombre que se considera muy devoto y religioso, pero que no es ni una cosa ni la otra; un hombre que técnicamente sigue las leyes, pero está absolutamente separado de la verdad de Di-s y de la propia definición de "santidad"; una persona cuya religión es su egocentrismo, más que un desafío para trascender lo superficial, basado en los aspectos depravados de la personalidad humana y en alcanzar lo Divino dentro de uno y también, dentro del otro.
Es contra este tipo de "religioso" que la Torá nos advierte al principio de esta porción semanal de la Torá; "Kedoshim".
"Habla con toda la Asamblea de los Hijos de Israel", le dice Di-s a Moisés "y diles: ´Santifíquense, porque Yo, Su Di-s, Soy sagrado´".
¿Cuál es el significado del mandamiento "Santifíquense"? ¿Qué significa ser santo? ¿Cómo uno puede llegar a alcanzar la santidad?
Uno de los más grandes comentaristas de la Torá del siglo XIII en España, Rabí Moisés ben Najmán, conocido como el Najmánides, o Ramban, mantiene que ser santo no es el hecho de cumplir ningún mandamiento en particular. Sino que, más bien, es una instrucción dirigida a la esencia misma del judío, a su estilo de vida, y a la percepción de su ser.
En las palabras del Najmánides:
"El significado de "Santifíquense" es, que siendo que la Torá nos adivirtió anteriormente sobre las relaciones prohibidas y sobre las comidas prohibidas, mientras que permite la intimidad en la pareja y comer carne y vino, por más que pueda venir una persona y revolcarse en la fornicación con su mujer, y abusar del consumo de la carne y del vino, siendo que no hay una prohibición explícita sobre esto en la Torá. Puede ser un degenerado con los permisos de la Torá, por ello, luego de enumerar todas las cosas que están por completo prohibidas, la Torá declara: "Santifíquense". O sea, "Santifíquense con lo que está permitido".
"Puede ser un degenerado con los permisos de la Torá". ¡Qué manera de hablar, para un sabio del Siglo XIII que se ocupaba constantemente en defender a su hermandad española de los Cristianos antisemitas!. Najmánides está hablando duramente contra el egocentrismo y la presunción religiosa, contra la vulgaridad sancionada por la Torá. Él enfoca este versículo como si fuera una protesta Divina contra aquél individuo que realiza y cumple todas las leyes y rituales, pero sigue siendo una persona vulgar y tosca. Puede ser un estudioso de la Torá, pero la Torá no le ha enseñado nada. Su bestialidad interna y su egoísmo nunca han sido refinados; su crudeza nunca ha sido desafiada.
"Santifíquense", es un llamado eterno al desafío del status quo de nuestra naturaleza, un recordatorio que la religión tiene poco que ver con Di-s, y un llamado que servir a Di-s no es simplemente un pasaje al paraíso. Es una batalla diaria para la trascendencia.
Todos nosotros, sin importar nuestro nivel externo de religiosidad, encontramos mucho más fácil involucrarnos en nuestra propia imágen para mantenernos frente a otros como "buenas personas", y dejamos de lado nuestros instintos egoístas. "La gente religiosa", no son los únicos que a veces no se dan cuenta de esto, todos nosotros corremos el riesgo de quedarnos atascados en nuestra "zona de comodidad", o somos muy vagos para enfrentar preguntas difíciles. Aún así, para aquellos de nosotros que nos llamamos "religiosos", el pedido de "Santifíquense", nos recuerda que Di-s siempre debe ser el sinónimo de la verdad, de la integridad y del refinamiento interior. La vulgaridad es un pecado en sí mismo.
(Traducido por Rabino Moty y Jana Segal)
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